5.7.11

Mentalmente insana.

Cierta vez, cuando realizaba mis recorridos callejeros diarios, para llegar a mi determinado destino notaba como, en ocasiones, los transeúntes volteaban a verme. Al principio, lo consideré normal. Como un anuncio de que mi belleza estaba floreciendo. Sentía elevarse mi autoestima entre todas esas miradas indiscretas de extraños. 

Luego, la insistencia de esas miradas, incluso de damas y niños, hacían que pensara que algo no andaba bien. Era imposible que de tantas mujeres hubiesen nacido sentimientos de envidia o admiración hacia mi o que tantos niños tuvieran excesiva curiosidad por mi notable belleza. Mi desconfianza creció. Me olvidé por completo de mis delirios manitacos de grandeza sobre mi floreciente belleza. En realidad, pensé, mi cara era parte esencial en los secretos del cosmos. Sabia que la personas al verme la cara veían el reflejo de todos los misterios del universo resueltos. Me sentí acosada, era mi cara,  no tenían el derecho de saber cosas que yo no, especialmente, de mi cara. Corrí hasta el escaparate más cercano. Tenia la sensación de en cualquier momento la CIA aparecería en un camión blindado y me secuestraria en contra de mi voluntad para hacer experimentos con mi cara.  No podía permitírselos. Me tapé la cara con mis manos y corrí, corrí, corrí. No puedo enumerar la lista de las cosas con las que posiblemente me choqué con mi intento de huida. Pero creo recordar algunas exclamaciones de dolor, otras de odio. De igual manera, llegué a un escaparte. Tenia que saber, al igual que todos, que era lo que revelaba mi cara. Quité las manos de mi rostro en un acto que parecía ceremonial. Abrí los ojos. Y lo que vi en el reflejo de mi cara, era el reflejo del horror, ninguna guerra, hambruna mundial o fin del mundo se le podía comparar, era el reflejo del horror y la vergüenza, la vergüenza de saber que mis primeras relaciones con el maquillaje no habían sido las más certeras y que, sin embargo, las había hecho públicas. 


Otros de los eventos que complementan esta teoría que tengo sobre mi insanidad mental, es que, por algún tiempo escuché voces. Voces que gritaban mi nombre y me lanzaban una serie de injurias. Luego de un largo proceso cerebral encauzado por mis neuronas y un par de improperios extras por parte de las voces, comprendí que era mi madre aclamando por mi.

Me parece que se debe estar tan mentalmente inestable, como lo estoy yo, para creer ser una  paranoica ezquizofrénica sin serlo.